miércoles, 12 de diciembre de 2012

Fumar

Inicié a los 14, no me culpen, era una niña influenciable en un colegio donde los de bachillerato tenían permiso de hacerlo. Toda una generación de pericos fumadores, posiblemente moriremos de cáncer, entre otros lugares, de pulmón.

A pesar de haber empezado muy joven, nunca he tenido tan pegado el vicio como para fumarme una cajetilla sola, creo que fue porque una vez, siendo una veinteañera, un día me fumé como 10 cigarros en un día y me enfermé horrible. Totalmente intoxicada.

Cuando iba a la u, era cuestión de rito que al entrar por la peatonal comprar dos cigarros para el receso de las clases. Nunca fui de comprar las cajetillas, soy de "menudeo".

Luego al vivir en Guate se me arreció el vicio, habrá sido el frío o la compañía de Mynor, no lo sé, pero si sé que fumé más, pero al regresar al país... lo dejé. No fumé tres o cuatro años (no lo recuerdo), si acaso me fumaba uno cuando salía con mi mara... pero como tampoco es que salga todas las semanas o meses, pues calculo que me fumaba uno cada tres o cuatro meses.

Este año empecé a fumar otra vez. No solo empecé a fumar a diario. Sino que me hice de comprar cajetillas, estar en Suchi no me ayuda, porque al inicio pasaba mucho tiempo sola en casa por las noches, pues... encontraba un gusto por fumar en silencio y andar buscando cigarros en las tiendas me daba hueva. Hasta compré un encendedor.

Anoche estaba fumándome un cigarro, en las alturas del patio, porque la Emme anda afónica y no la quiero matar... y caí en la cuenta que estoy fumando más, bebo más seguido y durante unos meses tuve otros excesos. Ah... los excesos, son tan hermosos. Son la mejor manera de poner a prueba las voluntades y las mentes férreas.

Nunca he sido buena con los excesos... una vez me lo dijeron, "vos llevas a otros límites las experiencias". No supe descifrar si eso era bueno o malo, por salud mental, dejé de pensarlo y ahora solo me adentro en el exceso que sé que no me matará... me matará mi mala cabeza.

 

Nótese la maestría de Juan Valdivia, quien fuma durante toda la canción, sin dejar de tocar en ningún momento su guitarra.

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