miércoles, 5 de diciembre de 2012

Tratando de entender

Esta mañana conversaba con alguien sobre los jóvenes, sus formas de protesta, de sus conceptos de individualidad, valor propio y otros menjurges que a los que trabajamos con jóvenes y a aquellos que tienen hijos adolescentes nos aterran tanto.

Digamos que ella se llama Magdalena, porque bien podría llamarse Beatríz o Gabriela o tener cualquier otro nombre de esos que son tan propios de nuestro país; Magdalena tiene 18 años, cuatro hermanos menores y se tarda una hora y media desde su casa hasta el casco urbano de Suchitoto para asistir a los talleres que estamos impartiendo en estas vacaciones. Ayer, a esta misma hora, estábamos almorzando juntas, ya la había visto en otras ocasiones, no sé si en alguna de mis caminatas por la ciudad o si había llegado a la oficina, pero de que su rostro era identificable era identificable. Es alta, chelita, cabellos color claro, la vi demacrada y pálida, muy delgada. Con desgano alejó su plato de comida sin haber terminado. "¿Por qué no comés?" le pregunté. "No tengo hambre" contestó.

Una pregunta llevó a una respuesta y esa respuesta llevó a una plática. En resumen, Magdalena no fue a matricularse al Instituto donde cursaría Segundo Año de Bachillerato el año que viene, dice que ya no quiere estudiar. Que un maestro la trae contra ella porque "no se deja", que por esa y otras razones, mejor va a "buscar qué hacer". Su voz es calma, no denota dramatismo, las cosas que le han pasado no son fáciles, pero ella las ve como naturales. Me sorprende tanto esta muchacha. "¿Pero qué vas a hacer?" insistí yo. "Lo que quiero es irme a Estados Unidos, allá voy a poder trabajar y mandarle dinero a mi mamá".

Esta mañana conversaba con alguien sobre los jóvenes y sobre lo desorientados y divididos que están. No le conté a esta persona la historia de Magdalena, más bien le conté la otra parte de la historia. Justo mientras Magdalena y yo nos comíamos una tortilla con aguacate y sal, en algún lugar de San Salvador, una muchacha, que bien puede haberse llamado Lucía o Marcela o María... se tomó una fotografía con los senos al descubierto, no era de esas fotos "incitadoras" o "provocativas", era una foto en primer plano de sus juveniles senos, su rostro de frente... devolviéndole la mirada estupefacta a todos los que la vimos. Esta muchacha, quien no sé su nombre real y que ronda entre los 14 y los 16 años (más o menos) causó tal revuelo en las redes sociales y creo que nunca en su vida tendrá tanta atención sobre sí, como el día de ayer.

Muchas interrogantes me surgieron, sobre cómo y qué implica vivir la juventud en este tiempo. Entre ambos, mi interlocutor y yo, dimos varios puntos de vista, siendo los adultos que somos sobre cómo analizar el fenómeno de las relaciones en las redes sociales y sobre cuáles son las nuevas expresiones de rebeldía y protesta que ahora ocupan los adolescentes.

Magdalena protesta, contra todo aquello que no le gusta... pero no lo hace en las redes, no se toma fotografías "de este tipo" y las "cuelga" en Twitter... no, no hace eso, ante el acoso de un profesor, ante la pobreza, ante las dificultades.. y mal orientada... decide abandonar los estudios. Lucía también protesta, tendríamos que conocer su contexto para saber contra qué o contra quién realizó este acto desmesurado, ella (seguramente) no abandonará sus comodidades, no dejará su celular con cámara, no dejará de asistir a su centro de estudios, ni dejará de ir al centro comercial... no dejará todo eso por irse mojada a los Estados Unidos.

Ambas protestan. Ambas están desorientadas y en alguna forma (distinta en cada una de sus realidades) ninguna tiene la respuesta adecuada para protestar contra lo que no desean en sus vida.

Trato de entender... o la menos de ser empática, aunque como adulta no estoy de acuerdo con sus soluciones, como no lo estuvieron los adultos cuando yo era una adolescente que protestaba mucho y de diversas formas.

¿Usted entiende qué sucede? Si la respuesta es si... por favor, me avisa y me cuenta.

No hay comentarios: