sábado, 29 de diciembre de 2012

Los noventas y la música que caracterizó a una generación

El jueves conversábamos con Iba Pasando sobre la música que nos gusta y que es uno de los grandes temas que siempre nos ha unido desde que nos conocimos.

Mucha gente pensó que la música murió en los ochenta y que nada decente nació a partir de 1989, eso nos deja a la generación de los actuales treinta y pico como unos desnaturalizados y degenerados musicales. Es una lástima que nos vean así.

Ciertamente se dio un cambio generacional y de estilo en esa época y, en nuestro contexto, tuvimos que pasar por una búsqueda sincera de una identidad propia en todos los sentidos, no solo en la música, sino en los estilos literarios, las fuentes de conocimientos, los medios de comunicación, la apreciación y expresión artística y sobre todo, de una ideología menos impactada que la gente de los setentas y ochentas. Nos vieron con mala cara y pensaron que éramos unos idiotas... y quizá si lo fuimos (un poco)... pero todos lo hemos sido en algún momento del desarrollo evolutivo.

En este contexto, caótico, aparecieron bandas menos ácidas, menos "fuertes" y con una propuesta lírica más inovadora, solo Pink Floyd, que fue de una generación previa, pudo tener el alcance de dislumbrar el nacimiento del Grunge.

El grunge, como hijo bastardo del rock y mal llamado música alternativa se fundamentó en una cosa: llevarle la contraria al convencionalismo, pero ¿qué o quién no lo hace en la juventud? Antes de Nirvana, Pearl Jam, The Cranberries, Soundgarde y otras bandas, también lo hicieron otros revolucionarios como Queen, Doors y Pink Floyd. El rock, como mi generación, evolucionó sin esperar ser comprendido.

Tengo una tesis y se la compartía a Iba Pasando al calor de la tercera cerveza: tuvimos suerte de tener esa válvula de escape, porque había, en la generación de los salvadoreños noventeros una violencia retenida y apachada producto de una guerra recién terminada y la ausencia de un ideal definido para nosotros. Teníamos las manos vacías.

¿Seguimos con las manos vacías? es la pregunta que me surge después de ver que han pasado ya veinte años desde que Eddie Vedder, vocalista de Pearl Jam, me flechó con su pelo largo, sus camisas a cuadros y su voz de poeta. Posiblemente sea así. Seguimos con las manos vacías y nos constituimos en una generación que vive de recuerdos que no son propios, que heredamos de los ochenteros y segurísimos que no queremos pertenecer a las generaciones del dos mil, quienes están aún más jodidos que nosotros.

Decir que, a estas alturas del partido, con treinta y pico de años encima, seguimos en una búsqueda podrá parecerles a más de alguno un cliché o una incoherencia bastante estúpida, pero es cierto, el ser humano no debe (o no debería) de dejar de buscar nuevos ideales en cada década. Se supone que eso ha permitido la evolución durante millones de años.

Esta mañana pensaba en mis propias búsquedas, me alegra saber que aún me quedan algunas por estrenar y que Eddie Vedder sigue siendo él...



Solo que mejorado:


No hay comentarios: