jueves, 20 de diciembre de 2012

La locura nos viene de familia

Estaba sintiéndome de lo más jodida, en un malestar que no lograba ubicar, cuando recibí una visita.

Ella siempre ha tenido la capacidad de sorprenderme, no me perdono aún que la agarraba como "conejillo de indias" para hacer pruebas de psicopedagogía cuando a penas tenia 5 años... ojalá que no le haya provocado un daño severo y permanente.

Apareció como si nada, perdida... desorientada, dice que se perdió un par de veces en el pueblo y contrariando su educación más básica, pidió ayuda a un par de desconocidos hasta que alguien pudo decirle exactamente dónde está ubicada la "nueva" oficina.

Llegó justo cuando estaba diciéndole a Jennifer, de Recursos Humanos, que me largaba antes de echar las tripas por la boca sobre el escritorio. Cuando vi hacia la puerta ahí estaba... en su chelez más resplandeciente. Gabriela había llegado luego de 5 horas de viaje desde San Juan Opico, no recuerdo desde cuándo no me daba tanto gusto de verla.

Me llevó a casa, me acostó y se quedó a mi lado leyéndome poemas de Jaime Sabines, me dio mis medicinas, fue a comprar comida, cocinó y hasta hizo limpieza. Cuando llegó Emme estuvo conversando con ella y como a ninguna le cuesta, se estuvieron burlando de mí.

Me dio gusto oírla.

Sigue aquí, me dijo que para que yo no me estuviera moviendo mucho, ella me ayudaría a sacar las mil fotocopias que tienen que quedar listas para mañana al mediodía, desde mi escritorio la veo, siendo paciente con la fotocopiadora que es un desastre y siendo amable con todo mundo, regalando galletas navideñas, que le quedaron tan bien y que ha repartido a razón de tres por cabeza entre mis compañeros.

-¿Cómo es que decidiste venirte? - le pregunté ayer.
- Locura que me agarró - contestó a secas.

Locura... sí, nos corre por la sangre.

1 comentario:

Flor Aragón dijo...

Siempre es un gusto leerte.