Dejándo de lado el insomnio, las 55 cartas enviadas por parte de la revista, las dos entrevistas que no he conseguido, los tres artículos que no he logrado escribir y que ya están entrando a la dimensión de "urgencia", aparte de los quince minutos (enteritos) en los que Sebastian hizo gala del poderío de sus pulmones al llorar a gritos hoy por la mañana y que yo ya estaba al borde de la desesperación, asustada porque no encontraba "el dolor".
A parte de la amable conductora que me echó el carro hoy por la mañana, de los interminables correos consultando saldos, cuentas y planes de pago del catálogo, a parte de la insinfinidad de intercambios gráficos con Rolando, entre textos, imágenes y tipografías equivocadas (porque ahora resulta que no es lo mismo una letra en mac que en pc...) siendo que para mi... la tipografía no importa, sino lo que dice, su significado... pero claro, eso es en mi mente, en esta mente tan particular que tengo.
Sin contar a los dos ingenuos que todavía pretenden algo luego de mi rotunda negativa, formal, cortante y definitiva, y eso que cuando me opongo rotundamente soy clara, no doy pauta a confusiones, pero la terquedad es intrépida. ABSURDA a veces.
Agregando que todavía estoy esperando la carta respuesta de una institución, todavía no logro conjugarme correctamente con una imprenta y no logro pactar con el diablo.... siendo ese mi contexto general, de repente, de la nada.... me acordé (bueno, en realidad me lo dijeron): hoy es 31 de marzo.
Hace 29 años atrás: el 31 de marzo de 1980, mis padres estaban alistándose para salir y por tanto mi madre ya me tenía "vestida acorde a la ocasión", tenía entonces año y medio. Los tres nos dirigíamos a la misa del sepelio de Monseñor Romero, que había sido asesinado siete días antes, el 24 de marzo.
Cuenta la niña Martha que ya ni se acuerda por qué razón se peleó con mi papá en el último momento, en esas sus confidencias me ha dicho, mas de alguna vez, que dudaba mucho que su relación con mi padre durara demasiado tiempo... ahora ya no tiene arreglo el asunto... ahi siguen juntos, pelandose como siempre y como nunca, entonces supongo que desde entonces su relación se basa en ese "punshing-bag-love" que se traen.
Bueno, pero no nos distraigamos... el asunto es que se pelearon cuando iban de camino para catedral, se separaron a medio camino y mi madre decidió que no queria regresar a casa, asi que me llevó al Parque Infantil. El pleito ha de haber sido fuerte, porque hay una fotografía de ese día, en la que aparecemos las dos, ella sentada en un arriate blanco y yo de pie frente a ella, ella estaba llorando y yo llevaba en mi mano un juguete: un pequeño perro de rojo con grandes orejas azules. Mi padre se había ido a Catedral como era el plan original.
Estabamos dando una vuelta en el tren que hace el recorrido en ese parque, cuando mi mamá escuchó gritos y vio que por las calles adyacentes al parque habían personas corriendo despavoridas, era una multitud. Afinó los sentidos y escuchó detonaciones y disparos, todo el incidente parecía venir de Catedral. Inmediatamente pensó en el hombre que ama y tuvo que decidir si salir a buscarlo o salir corriendo conmigo en sentido contrario al desmadre.
Ese día, en algún momento de la misa de sepelio de Monseñor, las fuerzas armadas abrieron fuego contra la muchedumbre congregada, la avalancha, la desesperación y las balas dejaron muertos, desaparecidos y heridos.
Mi madre, conmigo en brazos salió del parque y regresó caminando hasta la casa, cuando estaba en la entrada del pasaje donde vivíamos se percató que la Fuerza Armada estaba cateando las casas: estaban tirando todas las pertenencias de la gente a la calle, sacaban a los muchachos con las manos en la nuca y los tenían hincados a medio pasaje. Ella, muy asustada se quedó muy pegada a la pared, procurando que no la vieran. Dice que estaba rezando con los ojos cerrados y conmigo aprisionada en su pecho cuando una señora, al otro lado de la calle medio abrió la puerta y le hizo señales para que entrara.
Cuando entramos, mi mamá se dió cuenta que la señora tenía a un montón de gente escondida por todas partes de su casa. Pero ella por llevarme a mí en brazos, la dejó sentada en una haragana, sin esconderse en realidad. Pasaron las horas. El ambiente seguía agitado y las noticias, a su propio paso y manera, iban llegando. Habían fusilado a cuatro de los muchachos que mi mamá vio hincados en el pasaje y empezaban a llegar los informes de mas muertes en el centro de San Salvador. Mi madre seguía pensando en mi padre.
De repente, a eso de las siete de la noche, llegó una muchacha... venía de Catedral, contó con detalle lo acontecido, contó como vio los ojos de sus amigas apagarse en el momento de ser atropelladas por la avalancha desenfrenada del miedo. Contó como se salvó de purito milagro metiéndose en un edificio abandonado y quedarse ahí, inmovil por más de 6 horas entre miserias humanas, basura y terror.
Mi mamá se decidió en ese momento en dejarme con la señora donde estabamos refugiadas y salir a buscar a mi papá, dice que tenía la idea de ir al Hospital Rosales, donde ella ya trabajaba y empezar a rastrear heridos y muertos si fuera necesario. Ella sabía por dónde buscar. Salió de la casa y había caminado una cuadra cuando lo vio venir.
Mi padre en ese entonces era un jóven de 25 años, fuerte y maciso, al que encontró mi madre era casi un fantasma. Venía con la ropa rota, sin un zapato y golpeado terriblemente. Esa noche nos quedamos en el refugio. Le curó las heridas, lo cuidó y le dió atol de maicena de maiz, porque no había otra cosa.
El estado de agitación siguió, muchos de los amigos y compañeros de mis padres desaparecieron en esa época, también fue por esos días en los que se vio por ultima vez con vida a mi tío Ricardo. Y bueno... la niña Martha y don Oscar decidieron agarrar lo básico y huir... conmigo.
Nos fuimos a Chalatenango, al pueblo natal de mi papá: San José Las Flores, allá arriba, en la zona norte que colinda con Honduras. Pasamos allá casi tres meses, hasta que otra historia, que luego postearé, hizo que regresaramos.
Hoy, hace 29 años, si mis padres no se hubiesen peleado... no sé donde estaríamos. Besos, par de viejos...
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