Las dos son bellas, las dos son mujeres valientes y a las dos les debo una buena parte de mi educación.
Una cumplió años el sábado, la otra cumpleaños hoy.
La primera María, nombrada cariñosamente por mi como Mary me encontró un día en el salón de "costura" del colegio donde me eduque (digo yo que me eduque). Por años y años, durante la primaria intentó enseñarme a coser y a pegar botones... no puedo decir que triunfó en su tarea, odio el hilo y la aguja... veía el salón de los niños y a ellos les enseñaban a ensamblar animales con madera, trabajaban con barro y hacían un montón de proyectos que a mi me parecían lindos, mientras tanto, mis contemporáneas y yo... cosiamos... cada año, al inicio de las clases nos daban una mantita que teniamos que bordar para el dia de la madre, mis trabajos manuales eran tan horribles que prefería no darselo a mi mamá. Mary con mucha paciencia me explicaba miles de veces que la "cruceta" era bella si uno le pone paciencia... ahí está que desde pequeña no he tenido paciencia... sufrí en ese tiempo y creo que ella perdía la paciencia conmigo y mi inhabilidad manual.
Y pues si... crecí y me fuí a la secundaria y luego el Bachillerato, al regresar al colegio como profesora me reencontré con Mary. Tienen razón aquellos que dicen que a veces los seres humanos no estamos preparados para conocernos en cierto momento y hasta tiempo después logramos ver la verdadera dimensión del alma que se ha cruzado en nuestro destino.
Mary me ha enseñado mucho, ya de adulta agarré como misión superar mis limitaciones manuales y (con paciencia) ella se dió a la tarea de enseñarme a bordar, a trabajar la rafia, a hacer animalitos con madera y a hacer marcos de fotografía con repujado. Pero sobre todo Mary me enseñó algo tan fundamental en la vida: sobre el afecto y la tristeza y eso toda la vida se lo agradeceré.
Mary tuvo una perdida muy grande hace años ya, fui testigo de su desolación y su depresión, poco puedo hacer yo con esos sentimientos, pero le ofrecí mi compañía, a veces en silencio, porque todavía se me traban las palabras ante la muerte, pero el regalo que ella me dio... fue dejarme estar cerca, solo estar. Fue un tiempo muy difícil para ella. Pero el amor no muere cuando las personas se van de nuestro lado, no... el amor es duradero, el verdadero amor es infinito. Ella ahora resplandece y cuando yo tuve mis perdidas... ella estuvo ahí... sentada a mi lado, callada, acompañándome, diciendome... el amor vale la pena, aunque nos duela.
La otra María... es de los Ángeles. También fue mi profesora, pero en otros tiempos distintos a los de Mary. Cuando llegué a primer año de Bachillerato no tenía ni la más mínima idea de qué quería ser en la vida. Tiempos de agitada confusión. La recuerdo con sus jeans y sus sandalias, sus blusas blancas y su pequeña estatura. Me dió Sociales. Me enseñó a sobre Antonio Gramci, Marx, Ellacuría y otros extraños... me encantaban sus clases, no por fumadas, sino porque me abría los ojos a cosas que no sospechaba.
Marielos pasó desapercibida para mí, es decir, me caía bien, pero las relaciones maestra-alumna no pasaron del salón. Hasta que regresé al colegio de nuevo.
Cuando llegué de nuevo al colegio, me destinaron a la Pastoral de la Primaria y a ella la acababan de nombrar Prefecta de Primaria. Me enseñó pedagogía, espiritualidad, relaciones humanas y un poquito de humildad. Ha sido mi mejor maestra en cuestiones de la vida.
La he visto ser mamá, esposa, amiga y profesora, nos embarcamos en míticas misiones entre jesuitas y juntas nos reimos y lloramos con el sector juvenil centroamericano. Cuando ella me veía ajolotada, corriendo y braviando porque las cosas no salen como me gustan o porque chocaba de cabeza contra muros infalibles... me detenía en los pasillos y me halaba la pita para que pusiera los pies en la tierra, se me quedaba viendo a los ojos y me decía "Hakuna Matata" y esa frase me recordaba que tenía que trabajar porque me gusta y porque amo lo que hago, no por obligación o por compromiso-no-compromiso.
Cuando salí del hospital hace dos años mi mamá me dijo que ella estuvo pendiente de mis huesos... que había llamado y aunque yo no estaba en condiciones de hacerlo, recé por ella.
Ellas dos me han dado tanto para vivir en este mundo... me han ayudado a trabajar para hacerlo bello, para amar los minutos de existencia y para ver a la gente y quererla por puro gusto.
Ellas dos siguen en el colegio y cada vez que mi corazón anda agitado... las busca, no tanto por los concejos, o por la necesitadad... sino por la risa y el abrazo cálido que recibo de ellas. Ellas siguen educando niños y niñas y esta niña que aún vive en mi... sigue queriendo más de su educación.
Besos a ambas y peguenle click... ahi... para que escuchen la canción apta para mujeres valientes.
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