A veces hablar de estas cosas es cosa de ingenuos, no me gusta la ingenuidad.
Resulta que la tolerancia es una cuestión amor propio. Si, uno debe amarse un poco como para saber que se tienen cosas buenas, algunas muy buenas y muchas muy malas, aceptar las últimas es la raíz de la tan publicitada tolerancia, digo yo... porque si uno no es tolerante con uno mismo, entonces... ¿cómo serlo con otros?
Todo tiene un límite y creo que no estamos obligados a tolerar todo, sino otros se aprovechan, por ejemplo... a la hora de manejar y ceder el paso, a la hora de hacer una cola y no dejar que otros se metan, el reclamar si un servidor público no realiza oportunamente su trabajo.
Inevitablemente me veo a mí misma a la hora de hablar de tolerancia, precisamente por ser impaciente hasta la mera madre... yo no soy tolerante, a veces ni conmigo misma, pero los años y las personas que se han ido sumando a mi historia me han ido pidiendo cada vez más tolerancia. Será que cuando estoy de mejor humor soy más tolerante? No lo sé.
Hay cosas que me son menos tolerantes, hay otras que me enervan y siento que me hacen surgir a la ogra que habita en mí. Hoy es día internacional de la tolerancia, me parece irónico que coincida con el aniversario de una de las masacres más sonadas de este país en el tiempo de guerra civil. Me hace preguntarme ¿será que la mayoría de salvadoreños somos intolerantes? Luego recuerdo tantos casos mas. Mujeres de prominentes familias defensoras de la familia que despotrican una vez por semana en un periódico nacional, diciendo que son pro-vida pero que le desean el fuego del infierno a quienes no pensamos como ellas.
Para hablar de tolerancia, hay que hablar de respeto, de un mínimo de sentido común. Todo suena lindo a la hora de enunciarlo, lo yuca es llevarlo a cabo.
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