martes, 29 de noviembre de 2011

Silvio

Cada día me da una canción, llegó a este mundo 31 años antes que yo aterrizara, ese tiempo le dio las experiencias necesarias para que cuando yo llegara a los 14, él fuera el autor que me enamorara con la primera canción suya que leí. Si. La primera canción de Silvio Rodríguez no la escuché, la leí y pensé que era un poema, por supuesto que lo es... todas sus canciones son poemas con música.

A los 14, y luego que me explicaran quién era este cubanito, me di a la tarea de buscar toda su música, con sorpresa me enteré que mi papá tenía escondidos, tal cual tesoros, tres cassettes de 90 topaditos de sus más emblemáticas canciones revolucionarias. Enardeció mi necesidad de desdén contra el sistema capitalista, se me dio, en ese entonces, el leer todo lo que encontré a mi paso (en la biblioteca del colegio y en los libros polvosos de mi padre, esos que compró cuando estudió Sociología en la UES) sobre el comunismo. Gracias a Silvio conocí a Marx, a Lennin, a León Trostki (y conociéndolo a él, conocí a Frida y a Diego), pero sobre todo conocí a Gramsci. Mi madre me decía que nada bueno me pasaría si leía aquellos libros a tan tierna edad. No sé si tuvo razón, pero ahí'ta que aquí estoy.

Silvio me acompaña desde entonces, ahora que escribo esta cosa tan ridícula que pretende ser un homenaje a sus 65 años escucho toda la discografía que me robé de noséqué lugar o no sequién se dejó robársela.

No quería morirme sin estar en un concierto de él, lo cumplí cuando tenía 29 años, 15 años después de haberlo conocido, ya lo había escuchado solo y acompañado, el recuerdo de sus canciones es indestructible en mi espíritu, cuando estoy molesta, alegre, enamorada o desencantada, Silvio siempre es el adecuado, siempre es el hombre adecuado.

Si quisiera poner una selección o una canción, no podría... son demasiadas, son demasiado cada una... Porque él me define en una canción con nombre de estrella, me regala un 6 de enero y me pone a olvidar, todo lo dice y no solo para mi, también para los miles de escuchas que tiene. Llorar y reír con él es tan fácil, beber café o alcohol, superar lutos y hundirme en flores y destellos de ayer.

Mi papá guarda todavía uno de aquellos cassettes que tanto atesoró. Uno tan solo y literalmente es un premio por haber encontrado a su tocayo y yo quisiera encontrar un espíritu similar al de este hombre para quedarme un buen rato a su lado.


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