Exactamente hace un mes llegué aquí. Me bajé de un autobus, luego de 12 horas de viaje, con dos maletas... una de ropa y una de libros... y traía el luto por delante.
Los primeros días fueron duros, el clima, el alimento y la tristeza me maltrataron el alma y el cuerpo. El insomnio apareció y no me ha dejado desde entonces.
Como parte de la "terapia" para sobrevivir empecé a correr todas las mañanas y exceptuando los días de demasiada lluvia y los dos días que me botó la gripe, pues he sido fiel a la corrida matutina.
Canciones han ido y venido para tratar de mejorarme el ánimo y muchas lograron su cometido. Volví a las tierras bellísimas, recorrí un campo invadido de flores, me he dejado acariciar por el viento y la lluvia me ha dado un par de abrazos. El corazón me ha ido sanando. Admito que tuve un par de ataques de ansiedad materializados en mensajes a un celular salvadoreño, fuera de la pena, no he tenido repercusiones demasiado horribles.
Y fuera del ataque de mal humor de estas últimas 48 horas, pues nada ha amenazado en despacharme de este mundo en realidad.
Un mes ha pasado rápido, se desataron cosas que no se resolvieron en otros tiempos, tuvieron que esperar a que yo me marchara, pero no importa... la ganancia no ha sido la que esperaba, pero ha sido ganancia.
Un mes ha pasado rápido y a pesar de la lejanía, me siento más cerca de mi familia, he logrado ordenar mis afectos y mis ojos han empezado a ver las cosas objetivamente y esta noche... salí al patio a ver a la luna parir.
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