viernes, 22 de octubre de 2010

Salir a caminar

Soy una solitaria por voluntad propia.

A menos de 12 horas para iniciar mi aniversario No. 33 me salieron un par de ofertas para ir a celebrar. Las rechacé.

"Es que ando cansada"..."es que tengo que dormir temprano porque tengo que madrugar"... "esques" me sobran.

En cambio fui a caminar, dice mi mamá, quien me conoce muy bien, que cuando la tristeza o la melancolía empiezan a rondarme me da por salir a caminar sola. Recuerdo la vez que caminé desde el redondel Masferrer hasta allá por la 25 av. Sur, arribita de la Málaga... imagínese qué tan triste me sentía esa tarde.

Pero bueno... hoy no es que esté triste en sí... sino que siento raro, es decir... ya he pasado cumpleaños en soledad, pero quizá durante mucho tiempo pensé que este cumpleaños sería distinto... además, recordé que hoy íbamos a renovar nuestro contrato con Iba Pasando... antes que todo explotara, él me dijo que estaba decidido a renovarlo y yo estaba feliz por eso... íbamos... del verbo 'ya-no' y eso, aunque trague grueso... no deja de  hacerme cosquilla en un párpado en forma de lágrima.

Me sentía oprimida a eso de las 6 de la tarde y antes que dijera algo que no debía... me desconecté y me fui a caminar... aquí está frío como siempre, sentí el golpe de la temperatura al solo abrir la puerta de la casa... vi que ya estaba oscureciendo, como es viernes las calles están animadas, las bandadas de turistas europeos se toman los cafés bohemios y los bares en búsqueda de distracción, de plática amena y de más de alguna oportunidad para ligarse a una latinoamericana. Yo camino, solo camino en silencio, enfundada en mis sueter color crema y mi bufanda café, el cabello recogido como siempre y mis manos dentro de mi chaqueta para calentarlas, la derecha me duele, dice mi jefe que quizá padezco de Síndrome del Túnel Carpiano, me ha estado doliendo mucho por las noches y durante el día se me duermen con facilidad desde la punta de los dedos (meñíque, anular y medio) hasta la muñeca. El frío empeora el dolor.

Bajo con dirección a la plaza central, me gusta ese lugar, hay bancas donde poder sentarse, es un óvalo justo en medio de la ciudad... me permite ver  a la gente sin necesidad de acercarme, estoy segura en mi asiento... veo las montañas oscurecerse con cada minuto transcurrido. Las estrellas empiezan a salir, ahora el cielo está despejado, la luna se alza redonda y lechosa sobre las edificaciones. No puedo evitarlo. Me hace falta, porque gracias a la tecnología está sin estar en realidad, pero más lo extraño no por la distancia física o territorial, sino por otro tipo de distancias. Me siento estúpida y resulta que no me gusta la sensación, así que busco un punto de enojo con él para no quererlo, para decirle con mucha serenidad "ahí ve qué puercas haces"... y no sentir nunca mas lo que siento en este momento.

Los carros se atascan, son demasiados, todos con sus luces encendidas... hacen parecer la calle empedrada como un brasero encendido, los "stops" intermitentes me dan un poco del calor que aquí es tan mezquino. Recuerdo en ese instante al bello Sebastian... en este instante saldría con una de sus frases celebres que siempre inicia con un "Mira Piyí... "... me lo imagino bien envueltito pa que no le de gripe, con su gorro negro hasta las orejas. Me hace tanta falta. Y así... me visitan en mi banca Carmen, Myrna y la Claudiña... también aparecen mi mamá y me regaña por las ojeras de mapache que tengo... me soltaría un "niña, mirate la facha que tenés... te vas a morir en el intento" y yo solo le daría mi sonrisita de gato porque entiendo que en esa frase... está todo el cariño contenido del que es capaz... por último, ya cuando estoy pensando en regresar... llega su recuerdo... no trae sueter ni nada que lo proteja, solo esa su enigmática camisa blanca con cuadritos rojos... porque él es un oso polar... le encanta el frío. Se sentó a mi lado... no dijo nada... solo se sentó, yo tampoco dije nada, solo vi su rostro, su cicatriz... sus ojos, él me miraba como solo él sabe hacerlo, vio en ese momento cómo me rebalsó una lágrima y me recorrió bien rápido la mejilla izquierda, con el mismo silencio con el que llegó... solo atinó a secarme el rastro húmedo con su dedo índice.

"Tengo que regresar" pensé en ese instante... él ya se había ido, estaba sola de nuevo y no puedo permitirme una lágrima más en público. Esta ciudad ya tuvo suficiente de mis lágrimas en la primera semana de habitarla. Me puse de pie e inicié mi recorrido de regreso a casa.

Yo no sé dónde estará él, a veces ni siquiera sé dónde estoy yo misma. Pero lo que sí sé es que este atardecer me hubiera gustado pasarlo con él, aunque no me dijera nada y yo optara por contestarle con el mismo silencio.

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