sábado, 22 de enero de 2011

De como la ternura lima asperezas entre él y yo

Que discuta con mi mamá no es cosa rara. Somos opuestas, somos némesis una de la otra... somos contrarias, pero igual nos amamos, supongo que eso es lo que nos ha salvado en varias ocasiones.

Él me ama, yo lo amo a él... ambos lo sabemos, pero cuando por algún mal alineamiento planetario terminamos discutiendo, arde troya. Mi papá es un ser admirable, bueno... yo lo admiro... y me he dado cuenta que por ahí lo admiran también, digamos... que tiene su club de fans, tiene el modo lindo, silencio y ecuanimidad, cuando se desfachata es el alma de la fiesta, un humor sorprendente y mucha, mucha, mucha paciencia con mi madre.. En cambio yo soy algo impopular, tengo el modo feo, soy impaciente y quiero que las cosas sean como yo quiero y no como deben de ser. Soy anárquica y caótica, cuando rompo el silencio soy bullista y neurótica... me aflora de vez en cuando el instinto asesino.

Resulta que mi padre y yo somos opuestos, polares y muy distintos... no llegamos a la categoría de némesis... pero cuando nos enfrentamos hay  un estallido casi casi atómico, es decir, se emite un pequeño chispaso entre sus electrones y mis protones que desencadenan una reacción titánica a pesar de haber sucedido en lo secreto microscópico. Dice mi madre que cuando estamos enojados, ella evita enfrentarse con ninguno de nosotros porque sabe que lleva las de perder... así por el bien de la diplomacia y de la convivencia el resto de  la familia nos aisla un poco para no tener más problemas.

Y bueno... todo empezó porque él quiere algo para mi que yo no quiero... larga historia... trato de entenderlo, pero no puedo, en resumen tenemos distintas educaciones y experiencias y lo que para mi es una cuestión natural  para él es una cosa anti-natura. "Siento que he perdido algo dentro de mí" le dijo ese hombre a mi madre una vez, refiriéndose al momento de no reconocer a la niña que se sentaba en sus piernas para que le enseñara los colores. Él es un niño en el momento en el que yo soy una mujer... y yo me torno a la infancia de nuevo cuando a él se le da por ser hombre. Total... en resumen y al final de cuentas... y aunque no lo manifieste a él... cuando estamos enojados sufro mucho. Supongo que es lógico que me sienta así, digo... es el único hombre que nunca me ha dañado en ninguna forma. Tenerlo al otro lado de la pared respirando a otro ritmo del mío es bien raro, sabiendo que se ha enojado porque no entiende por qué soy como soy.

Teníamos cinco días de no hablarnos, solo co-existíamos, eso si... por las mañanas el "buenos días" no es una obligación, ni una costumbre... es una necesidad, así que esas dos palabras al día nos hacía pensar que el otro no había perdido la capacidad de habla.

Esta mañana mientras viajábamos hacia San Salvador, cada uno estaba en su lado del carro sin hablar cuando sucedió algo que nos dejó sin armas y el silencio se rompió.

Manejaba él, despacio porque íbamos llegando a la fábrica, de repente, proveniente del parque que está enfrente salió una pequeña ardilla, muy joven... muy tonta también, se estaba cruzando la calle cuando vio que el camioncito se le vino encima lo que hizo fue quedarse paralizada... mi papá frenó.... yo solo me cubrí el rostro con las manos, creí que ya estaba muerta porque el golpe era inminente... ese hombre se bajó corriendo para ver el cadáver... yo me bajo inmediatamente también y la vimos... ese animal temblaba tal cual gelatina! "shhhhhhhu" la espantó mi papá y la pobre ardillita salió espantada hacia los árboles próximos. La vimos correr como si la siguiera el diablo. "Creí que la había golpeado" me dijo... "también pensé eso" le contesté. Inmediatamente sucedió que nos quedamos platicando...

Al irme a mi destino, le dije... "salú papá"

Salú - dijo él - tené cuidado al cruzar la calle - añadió inmediatamente.

De verdad, en serio... yo no entiendo a este hombre que me ve como si fuera una pequeña ardilla.

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