(o de cómo narramos la historia de otros a través de la nuestra.)
Había una vez una mujer que cada día se iba haciendo cada vez más escéptica, cínica... algo traicionera... todos la creían buena gente, solo ella lo sabía, no era cierto... no era mala, pero no era buena... era odiosita.
Mientras tanto, en el cuento apareció un hombre... con fama de truán, terriblemente malicioso... azote de la desconfianza ajena.
Ella iba pasando por ahí, ajena a todo, como siempre, pensando en que todo es una mierda, que no hay en quien confiar y que el amor es un mal invento para la humanidad, cuando de repente lo encontró... estaba él, brocha en mano escribiendo algo en un gran muro
"ADORO LOS PLACERES SENCILLOS, PUES SON EL ÚLTIMO REFUGIO"
El tipo puso la brocha en el cubo de pintura, retrocedió dos pasos para admirar su obra, se sentía orgulloso, satisfecho... se le notaba en la cara. Esto a ella le irritó ¿placeres sencillos?, con este tipo ningún placer es sencillo... pensó para si la maligna mujer. Incluso tuvo la desfachatez de pensarse mejor persona que él.
"Y cuénteme.... ¿cuál podría ser un placer sencillo?" Preguntó ella para ponerlo en un apuro.
Él la vio y de inmediato reconoció en ella algo que le agradó, con una sonrisa contestó "Dormir en un día lluvioso, así mientras la lluvia golpea suavemente la ventana, puede hundir la cabeza en la almohada. El sonido es suave y su cama se siente como un santuario."
Sorprendida ella encontró en la respuesta tanto de verdad, él no sabía que ella amaba la lluvia, que la cama se le hacía un lugar inhóspito debido al insomnio y que la combinación de ambos conceptos en una frase tan cierta a ella le pareció maravillosa.
"Realmente me ha dado una buena definición" dijo ella todavía con espíritu de altanería...
"Y qué me dice de jugar con una caja?" Inmediatamente recordó ella la infancia, se vio a sí misma abrazada a su oso... imaginando castillos, barrancos y charcos... gigantes y enanos... colores y dragones, no tuvo más remedio que sonreir... "o de subirse a un árbol" refutó ella de manera instintiva.
- o del primer trago de una bebida cuando siente sed - dijo él
- o de un café cuando tiene frío - contestó ella.
- o de pegarle una ojeada a una porción de piel desnuda del sexo opuesta - dijo él mientras le apachaba un ojito.
- o de escuchar que le digan a uno "ese lunar tuyo me gusta" - dijo ella mientras recordaba el más reciente amor.
En ese momento se dio cuenta... no se sentía agredida por la infidencia de su vida, sintió que él no tenía tanta malicia como otros decían y sintió que ella no estaba tan amargada después de todo....
- o de el sentimiento que te llena cuando tus ideas funcionan - siguió él
- o cuando te tiras a la cama y estás suficientemente cansado como para quedarte dormido sin ponerle atención al insomnio - dijo ella, sabía que habían iniciado una pequeña competencia.
- o darte cuenta que tenés MAS tiempo para dormir! - se quizo poner a la altura él.
- o caminar entre flores - deseó ella
- o disfrutar un paisaje - dijo él nostalgicamente
- o cerrar los ojos y saber que otra persona que te quiere te mira - dijo ella
- o recibir un cumplido inesperado...
- o sentir las olas del mar que llegan a los pies de uno y ver el sol desaparecer a lo lejos
- o correrse de las olas
- o escuchar canciones que otros no logran oír
- o disfrutar de "un tumbo"
Ella se dio cuenta en ese momento, ella ya no era ella, era una ella distinta... se estaba carcajeando de cada ocurrencia y esperaba la siguiente frase de él para salir con la suya para aumentar esta enorme lista de placeres sencillos...
Él se dio cuenta de repente, que él no era el que otros describían, que era posible ser distinto, que en realidad había un placer de la sencillez un poco más sutil: la amistad que propone una nueva forma de ver los días pasar.
A ella le dio risa la descripción que le habían dado de él, "cuidate" le habían dicho una vez... no se daban cuenta que el encanto que él tenía no era el sexual, era el de la ocurrencia simple, a él le pareció ridículo escuchar que ella tenía un monstruo instalado en su interior, no le dio miedo cuando le dijeron que ella era demasiado parca.
Les dio risa conjunta y quedaron para otro día reunirse, para mientras ella seguiría su camino y él pintaría otros muros, en ese tiempo cada uno tendrá que recolectar más placeres sencillos para reírse de nuevo y encontrar que el refugio de su amistad es el adecuado en algunas ocasiones.
2 comentarios:
extraño poder hundir mi cara en una almohada con un tormentón diurno. (casi siempre estoy en el trabajo cuando eso sucede, me quiero jubilar!! )
También extraño ciertos placeres sencillos...
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