Imprudente, me diría mi madre.
"Pipiana", me diría IP cuando termino editando secretos.
Loca, me diría mi jefe al enterarse de varios sucesos.
Yo digo que puedo ser valiente con las personas que me importan de verdad, o con las causas que son mías... o que las siento como mías. También digo que mi cobardía radica en saberme limitada, profundamente temerosa de mí misma y de la fuerza que puedo imprimir a cada una de mis palabras, a cada uno de mis respiros o a cada uno de los pasos que doy en los altos acantilados de mi imaginación.
Pero hay algo a lo que no puedo enfrentarme... algo que sigue dándome miedo... lo que me señala como cobarde absoluta y rotunda... y dunda... y eso que me aterra, eso que me deja con dolor de cabeza, que me deja pensando que si pasa... ya no valdría la pena vivir es la ausencia del afecto. El vacío.
Soy cobarde.
Herejía mía quererte tanto,
cobardía tuya quererme tan poco…
al menos ahora estamos claros…
el juicio ha terminado.
(Poema publicado aquí,
escrito hace cinco años ya)
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