miércoles, 10 de noviembre de 2010

Vicente Hernández

Aunque su nombre suena a poeta, no lo fue...

Nació de la unión de un españolete y una connacional... en La Reina, Chalatenango, un día como hoy, pero de 1907. Fue el mayor de un par de gemelos cheles.

Aprendió a ser libre desde bien chiquito... a los 13 años se fue de su casa, su mamá seguía pariendo un vástago cada año y medio y la casa les quedaba chiquita, así que los hijos mayores no pasaban de los 15 años en el recinto familiar, se iban a hacer su propia vida lejos.

Él sintió curiosidad por conocer San Salvador, juntó un dinerito y se fue de su pueblo natal. Al llegar a la capital estuvo deambulando un tiempo, hasta que encontró a una pariente de su mamá, era su tía Rosenda, ella lo auxilió como pudo un par de meses, hasta que un día le recomendó que fuera a las Haciendas en Los Planes de Renderos, ahí contrataban muchachos para el manejo y mantenimiento de las grandes fincas. Vicente agarró camino para allá. Encontró todo lo que quiso: trabajo, dinero, vicio, comida y a mi abuela... pero ese encuentro con ella fue tiempo después

A penas iba aterrizando a los 14 años y ya era de los trabajadores más esforzados, mejor pagados y con derecho al uso de un caballo. En ese duro ambiente le tocó hacerse hombre. Pasó que, cuentan... que la primera muchacha de la que se enamoró no le hizo caso... lo vio de menos por ser caporal... ella era la hija del dueño de la Finca (nada más) y el día que ella lo alejó de una vez por todas para que no la fuera a "vijiar", el conoció el consuelo del alcohol... no hubo vuelta atrás... tuvo ese vicio hasta que el cuerpo se lo permitió.

Viendo un retrato antiguo de él uno se da cuenta de la herencia genética europea: era alto, delgado, cabello liso y oscuro, ojos claros. Bien de buen merecer... después de su decepción amorosa anduvo de picaflor por toda la región... desde Panchimalco hasta San Marcos... él le echaba la culpa al alcohol... yo digo que era su naturaleza de dandy mal puesta, esa su arrogancia nata lo hizo famoso. Era pleitisto también.

Rondaba los 26 años cuando la vio... ella iba para el molino con un gran huacal de maíz, era chiquita, cabellos negros, piel morena y ojos de lechuza... era una indita de Panchimalco... rondaría los 15 años para ese entonces... le ayudó con su carga y cuando fue a dejarla a su casa le pidió a mi bisabuela que le diera permiso para casarse con ella.

En 21 años de vivir juntos tuvieron 8 hijos... solo vivieron 5, la última es mi mamá, la única que fue reconocida como hija suya, pero ella... en solidaridad con sus hermanos... utiliza el apellido materno. Vicente Hernández se quedó viudo a los 47 años, durante su matrimonio fue un padre protector y dadivoso, pero al morir mi abuela se perdió para siempre en el vicio de la bebida, pasaban meses y sus hijos no sabían de él y cuando lo encontraban era en algún hospital todo remendado. Dio virote unos 20 años en el mundo etílico.

Fue un hombre resistente, cuando yo nací estaba por cumplir 70 años, lo recuerdo claramente en su casa allá en los Planes... era fresca y espaciosa... para entonces ya se medía bastante en el vicio... cultivaba todo tipo de plantas, tenía una tomatera y también recuerdo muy bien que con gran primor arreglaba las ramadas para que los güisquiles treparan por ellas y dejaran ver colgando sus frutos. Como mi mamá no tenía con quién dejarme y todavía no me admitían en el kinder, pasé como un año y medio de mi infancia todos los día con él... me contaba cuentos de aparecidos, duendes y de los cadejos (del negro y del blanco) me aseguraba que conoció a la Siguanaba y que si no hubiera sido por mi abuela... se lo habría llevado. Me hacía juguetes de madera tallada, me enseñó adivinanzas y refranes... Yo tuve que irme a disque a educar y ya casi no lo visitábamos, solo en algunas vacaciones nos íbamos a su finca, donde el bambú tronaba feo cuando el viento lo mecía, ese ruido me daba miedo, pero amaba su olor a bambú, me explicaba que nada tenía que darnos miedo.

Cuando pasé a cuarto grado alguien le dijo que me gustaba leer, me regaló un libro... era de ciencias... me fascinó... lo usé para hacer todas mis tareas de ciencias desde ese día, hasta que llegué a séptimo grado y ya no daba para mas el librito

Empezó a morir, fue muy lento el proceso, creo que no se quería morir, le dieron derrames cerebrales y cuando los doctores decían que nunca más caminaría, al año ya se movía solo, al menos se sentaba y deambulaba agarrándose de las paredes para "no estar jodiendo a nadie" como decía él. Tres veces su cerebro se quiso desconectar y él no se dejó vencer, creo que la necedad se la heredé a él... mi mamá tomó la decisión de llevarlo a vivir con nosotros, me caía mejor porque se ponía de mi lado cuando peleaba con Lorena, mi hermana menor, que desde chiquita era chillona, caprichosa y lo más desubicada que podía haber... me defendía de todos y sobre todo... no dejaba que ninguno de mis primos se acercara, decía que no le caían bien. Yo fui muy feliz en ese tiempo.

Se fue haciendo más callado con el tiempo... yo me entretenía alimentándolo, le peinaba las tres canas que tenía y veíamos la película que pasaban en horario vespertino en el canal 6. Cuando llegué a los 15 años, un día que me desgracié en ponerme una falda muy muy muy larga que tenía, me lo confesó... yo era su nieta favorita debido a dos cosas: el tremendo parecido con mi abuela y porque leía y era silenciosa. Días después, el 27 de octubre de 1992 se murió.Lo recuerdo claramente, sentí que se iba a ir al amanecer, yo me desperté a las 3:15 y fui a verlo a su cuarto, estaba dormido, aún respiraba... me quedé sentada en el sillón que estaba a la par de su cama y me puse a leer, de repente abrió los ojos, no me dijo nada, le pregunté si quería agua y me parpadeó, y le di de beber agua. No sé por qué me quedé ahí. Sentía algo raro, pero no era miedo, ni tristeza, era como un tipo de ansiedad rara. No le hablé a mi mamá, nos quedamos solos, él viéndome y yo leyéndole el libro que me habían dejado para ese entonces, eran poemas de autores latinoamericanos... 


¡Pues bien!, yo necesito decirte que te adoro,
decirte que te quiero con todo el corazón;
que es mucho lo que sufro, que es mucho lo que lloro,
que ya no puedo tanto, y al grito en que te imploro,
te imploro y te hablo en nombre de mi última ilusión.


Se fue a las 4 a.m. de ese día, me susurró dos cosas antes de morir: "estudie mucho hija y no deje que nadie la joda". He tratado de hacerle caso al pie de la letra. Lo raro es que no lloré, si sentí una gran soledad y vacío, pero no lloré... estaba profundamente triste... pero estaba (y aún lo estoy) segura que su partida fue una liberación para su alma, tan gitana como la mía.


Feliz cumpleaños abuelo. Esta copa es a tu salud!

2 comentarios:

Clau dijo...

Vaya, usted no lloró y yo sí, cuando leí el final.

Tengo un abuelo de 78 que todavía anda dando virote, con un infarto y un marcapasos incrustado. Y no quiero, no quiero que llegue el dia en el que se vaya. Lo veo como 4 veces al año y quisiera verlo más.

KR dijo...

Es raro... él está en la dimensión "extraña" de mi vida, es decir, siempre fue importante, pero casi nunca hablo de él.

Hasta que leí el post, luego de darle "publicar" me di cuenta de algo... en ese momento de lectura silenciosa de la historia familiar... me percaté que yo soy una extraña combinación de mis dos abuelos maternos... soy físicamente idéntica a mi abuela, me llama la atención su vida y sus capacidades, pero el carácter es igualito a de mi abuelo... sentí como se conjugaron los dos para que yo pudiera existir.

Y sabe qué? Me dieron ganas de llorar... quizá para compensar el luto que me tocó vivir hace 18 años.