viernes, 20 de febrero de 2009

A la luz

Cuando la noche se cae sobre mis espaldas me toca regresar donde a veces no quiero... a mi interior. Y pues sí... a veces tengo miedo de mi corazón, ya lo he dicho muchas veces.


Ayer recordé lo que son los propios logros y aunque mi ser se transportó mágicamente a una dimensión bastante parecida a la felicidad, al rato me acordé de todo lo que tengo que hacer, de todo lo que tengo que trabajar... todo lo que tengo que escribir, todo lo que tengo que decir, todo lo que tengo que fingir.


Me acosté muy cansada, de tanta alegría, de tanto jolgorio, de tanta preocupación y de tanto escurrirme para que no me encuentren algunas personas... cansada de luchar contra un mundo que no me gusta, de un lugar que no me gusta. Cerré los ojos.


Yo no sé ni por qué sueño, ni qué quieren decir a veces esto que me atrapa cada noche cuando duermo. Y recuerdo que siempre me daba riata con el P. Chente cuando le decía que los sueños aparecidos en la biblia tenían otras connotaciones... casi le daba infarto al viejito y me daba una palmada bien dada en la espalda, según él para hacer desaparecer la irreverencia en mí.


En mi sueño, el cual estaba plagado de oscuridad absoluta, solo rodeada de una bruma, con los cabellos largos como en antaño, con las manos heridas, con dolor en todo el cuerpo, un niño aparece a mi lado, como de unos tres o cuatro años, es lindo... me mira, lo miro, me agacho... se parece a Sebastian, pero sé que no es él, es otra persona, con sus manos acaricia mis cabellos y me dice: te amo. Toca mi rostro y me mira a los ojos, toma mis manos con las suyas, las mira, las miro yo también, ya no hay nada, ni cicatrices, ni dolor, ni nada. Solo estas manos que la Providencia me concedió. Intento darle una caricia.


Empieza a caminar, me toma de un dedo, yo me dejo llevar. Me va hablando, mientras yo solo guardo silencio, no sé a dónde me lleva, no me importa tampoco, solo me dejo llevar por él, su voz es dulce, me cuenta mil cosas que ahora no recuerdo pero que se quedaron grabadas en mi interior. Lo sé, siempre estarán en mi corazón. Veo su cabeza, miro sus cabellos lacios, negros como los míos, deseo tanto detenerme y cargarlo, abrazarlo, besarlo... pero no puedo. Solo puedo seguir caminando dos pasos atrás de él. Es tan pequeñito, es tan bello.


Los sueños no duran para siempre. Es una maldición y una bendición a la vez que se acaben. Abrí los ojos. Este niño sigue en mi oscuro interior, caminando, dirigiéndome, porque él es la única luz que me alegra, porque es la única luz que me trajo de nuevo a la vida. Yo ya no puedo acompañarlo, tengo que estar aquí, mientras él me sigue esperando yo tengo que aprender a caminar sola... hasta encontrarlo de nuevo.


Esta mañana, mientras me dirigía a mi trabajo escuché esta canción, la que escuché hace años, cuando yo era una niña. Desde hoy, esta canción es para él y cada 20 de febrero lo recordaré.




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Close your eyes and try to sleep now

Close your eyes and try to dream

Clear your mind and do your best

To try and wash the palette clean

We cant begin to know it

How much we really care

I hear your voice inside me

I see your face everywhere

Still you say



We belong to the light

We belong to the thunder

We belong to the sound of the words

Weve both fallen under

Whatever we deny or embrace

For worse or for better

We belong, we belong

We belong together

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